Diario cataléptico. Entre París y La Parada (Octógono Ediciones, 2025) es el testimonio literario y autobiográfico del gran músico y compositor Hernán Condori, conocido como Cachuca. A lo largo de los años, él ha ido plasmando en papeles sus recuerdos de infancia, los inicios de Los Mojarras en El Agustino, la llegada del éxito, las giras por todo el Perú y el extranjero y, asimismo, cómo fue componiendo esas hermosas canciones que no solamente redefinieron el rumbo del rock peruano, sino que contribuyeron a elevar el amor a lo nuestro, a nuestras raíces, a nuestra identidad y a nuestros colores.
Son cuarenta años de hacer música en un país complejo como el Perú, cuarenta años en que Cachuca y Los Mojarras, desde el arte, han sabido integrarnos, mediante su imponente música y sus puntuales letras, calando hondo en nuestras raíces sentimentales con esa potente lírica de guitarras, batería y teclados, rompiendo prejuicios, liberando el alma y venciendo eso que, para algunos, incluso intelectuales, es un óbice que nos impide funcionar como país. Somos todas las sangres, decía José María Arguedas. Y ese triciclo de Los Mojarras simboliza no solo la sufrida entrada del Perú a la Modernidad, sino el empuje de un pueblo multiétnico que, más que solo sobrevivir o conformarse con la anomia del sistema, sabe inventar, crear, pensar y pelear para vencer, en palabras de Manuel González Prada, a las abominables plagas de la tiranía.
Este libro no solo es un conjunto de relatos con recuerdos y anécdotas de un músico exitoso. Aquí vemos a Cachuca en su fuero interno, reflexionando, conmoviéndose, sin sonido, pero hilvanando la melodía de su memoria; y, desde ese ejercicio de introspección, presenciamos los acontecimientos incontrastables de un peruano que sobresalió gracias a su talento, y que es y seguirá siendo uno de los artistas más representativos del Perú.
“Ese triciclo de Los Mojarras simboliza no solo la sufrida entrada del Perú a la Modernidad, sino el empuje de un pueblo multiétnico que sabe inventar, crear (…)”
Del diario, como especie literaria, tiene la brevedad de sus relatos, con espontaneidad y recogimiento; y, por si fuera poco, sumados los textos puede leerse como una novela. Es una historia tejida con racontos y flashbacks, enriquecida de pensamientos y proclamas. Es la voz del artista que va contando su devenir sentimental y de lucha. Es la historia de un grupo rockero que se fusiona, en el magma de sus páginas, con la historia reciente de un Perú real. Su visión nos abre las puertas de una nación de muchas identidades, pintada en colores intensos como lo hiciera el pincel de don Víctor Humareda.
Es por eso que con Cachuca no se cierra un ciclo en nuestra historia cultural, un ciclo hermoso de artistas verdaderos como Pinglo, Chabuca Granda, Flor Pucarina, Picaflor de los Andes, Manuelcha Prado, Chacalón, grupos de rock fusión como El Polen y Del Pueblo, y tantos grandes maestros y maestras del arte peruano, sino, por el contrario, se repotencia, se renueva y se abren nuevas sendas para la creación.
El libro que ha escrito el iconoclasta Cachuca es el retrato poliédrico de una épica peruana; y, así como su música, es el hermoso producto de nuestras culturas híbridas como diría Néstor García Canclini. Entonces, pues, esto sí se le hace a un poeta; es decir, gracias a Talía Chang y a la editorial Octógono, publicarle este espléndido libro que antes era un conjunto de papeles sueltos, o como conjetura el título: catalépticos.
Cachuca no es ajeno a la literatura. Sus canciones hablan de Gabriel García Márquez, le pone acordes a la poesía de César Vallejo, y tiene todo un disco inédito musicalizando poemas de poetas peruanos actuales. Este libro, así como un disco, es un concierto de sentidos que nos vincula. Y allí está él, Cachuca, entre París y La Parada, en este compendio de memorias con reflexiones que ha nacido de su diario compromiso con la música, con el arte y con los viscerales e incontrastables sueños de nuestro país.
* Artículo publicado en alianza con la sección Pabellón de letras de Huanca York Times.