Opinión | Unidad o derrota

A pocas semanas del cierre de las alianzas electorales, la izquierda peruana sigue atrapada en su laberinto: dispersa, desconfiada y sin rumbo claro. Mientras el país clama por propuestas firmes frente a la crisis social y política, las fuerzas progresistas pierden el tiempo en cálculos mezquinos y acercamientos estériles.

La alianza entre Nuevo Perú, el partido de Guillermo Bermejo y el Partido de Emprendedores, lejos de sumar, confirma la fragilidad del momento. Ninguno de estos espacios, por sí solo ni juntos, tiene capacidad real de movilización ni arrastre popular. La posibilidad de pasar la valla electoral es remota, pero lo más grave es que ni siquiera parecen tenerlo claro.

Juntos por el Perú es hoy un cascarón vacío, sin liderazgo ni proyecto: un recuerdo de un logro pasajero sin raíces profundas. Por su parte, los castillistas insisten en una lectura errónea: creen que el pueblo votará por ellos solo por nostalgia o identidad, sin asumir los errores de gestión, ni renovar su propuesta política.

Ahora Nación lanza su campaña, y aunque puede sonar distinta, el entusiasmo no basta. Sin estructura, sin alianzas estratégicas, sin capacidad de conexión real con las mayorías, cualquier intento termina siendo testimonial.

Claro que todos tienen derecho a participar. Pero esta fragmentación, esta inmadurez política, este cortoplacismo disfrazado de coherencia, solo allana el camino a la derecha y al continuismo. La historia no se repite, pero a veces rima: lo que hoy se construye con ego y cálculo, mañana se traduce en derrota.

La única fórmula sigue siendo la más antigua y más difícil: unidad para luchar, unidad para vencer. No hay otra. O la izquierda se reencuentra con su pueblo y consigo misma, o será otra vez espectadora de su propia frustración.

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